EL PLACER DE LA CULTURA

martes, 26 de febrero de 2013

Impresionismo y Aire libre


Un soplo de aire fresco en la cara, que mitiga, al menos, el incendio que nos consume. La exposición del Museo Thyssen, Impresionismo y Aire libre: de Corot a Van Gogh hace disfrutar al visitante de una experiencia deliciosa. Sobre un fondo gris más de cien obras, tres cuartas partes de ellas nunca antes vistas en España, llenan de color la sala de exposiciones. Juan Ángel López Manzanares, comisario de la muestra, subraya que tendemos a identificar la pintura al aire libre con el Impresionismo, pero que, como demuestra la exposición, esta práctica se inició mucho antes.

La pintura al aire libre, llena de dificultades para el pintor, como ilustra un cuadrito de Jules Coigniet que podemos ver en la exposición, comenzó a finales del siglo XVIII. Frente a los idealizados paisajes clásicos elaborados en el estudio, los jóvenes paisajistas de finales del siglo XVIII comenzaron a ejercitarse a través de pinturas al aire libre, principalmente durante sus estancias en Italia, con el afán de obtener mayor veracidad en sus obras. Y a lo largo del siglo XIX se fue haciendo menos clara la diferenciación entre obras pintadas en el exterior y composiciones de estudio, hasta que con los impresionistas los paisajes al aire libre alcanzaron el estatus de obra definitiva.

Hay dos características comunes a todas las obras de la exposición: todos los cuadros son óleos, sobre lienzo o sobre papel, técnica que se vincula habitualmente al cuadro acabado; y todos son paisajes, con mínima presencia humana, a veces testimonial, lo que no impide que sean paisajes humanizados por la mirada del pintor, siempre presente. En este sentido Juan Ángel ha concebido la exposición como un homenaje al barón Hans Heinrich Thyssen, el hombre que cambió la orientación de la colección familiar, centrada hasta entonces en el retrato, y que dio un mayor protagonismo al paisaje.

Claude Monet. Les Pirámides de Port-Coton. 1886. Arp Museum Bahnhof Rolandseck

La muestra se estructura en apartados temáticos según el listado de motivos para la pintura al aire libre propuesta por Valenciennes, considerado como el padre de este tipo de pintura. Dentro de cada sala, podemos observar ejemplos de diferentes aproximaciones a los mismos motivos, desde diferentes escuelas y distintas cronologías. En la exposición, por ejemplo, podemos comprobar el contraste entre el pintoresquismo detallista de Von Rohden y el sintetismo y la sencillez de Corot en la representación de las ruinas romanas. También disfrutamos comparando el acercamiento científico y preciso de los pintores norteamericanos de la Escuela del Hudson a las rocas y el carácter constructivo de los cuadros de Cézanne realizados en el rocoso bosque de Fontainebleu. El naturalismo de las montañas de Carlos de Haes contrasta con el subjetivismo y la expresividad de los Alpes en las obras de Hodler. La precisión de Michallon en la representación de los árboles poco tiene que ver con la subjetiva y llameante visión de Van Gogh. El agua, en movimiento incesante en la obra de Turner, parece solidificarse en los cuadros de Courbet. Las nubes veristas de Constable poco tienen que ver con las más abstractas y subjetivas de Nolde. La exposición también nos permite, por ejemplo, comparar la pincelada impresionista de colores yuxtapuestos de las marinas de Monet con las amplias pinceladas de las pintadas por Sorolla.

Joaquín Sorolla. Mar y rocas de San Esteban, Asturias. 1903. Museo Sorolla, Madrid

En definitiva, Impresionismo y Aire libre ilustra una práctica artística difícil, pero que abrió nuevas posibilidades a la representación del paisaje y que favoreció grandes transformaciones en la pintura del siglo XIX.


sábado, 2 de febrero de 2013

La inauguración del mercado de la Paz


Hasta el último cuarto del siglo XIX no se construyeron los primeros mercados cubiertos de la ciudad, lo que permitió mejorar las condiciones higiénicas de los productos, la salubridad de las vías públicas y el tránsito por la calles. En 1875 Alfonso XII inauguró las primeras instalaciones modernas dedicadas tanto a la venta al por mayor como al comercio minorista; se trata de los mercados, hoy desaparecidos, de la plaza de la Cebada, dedicado a frutas y hortalizas, y de la plaza de los de Mostenses, para caza, pesca y ganadería. Un año más tarde se inauguró el de Chamberí y en 1879 el de la Paz, en el Barrio de Salamanca. Todos ellos eran modernos edificios con estructura de hierro y cerramiento de cristal. Sin embargo, en muchos barrios de Madrid continuaron los mercados callejeros hasta bien entrado el siglo XX.

El Mercado de la Paz fue inaugurado el 4 de octubre de 1879, promovido por los empresarios y banqueros catalanes Manuel y Jaime Girona y Agrafel. El mercado nació para satisfacer la necesidad de abastecimiento del barrio, cuya historia había comenzado  apenas 20 años antes. El diario El Imparcial de 5 de octubre de 1879 subrayaba la ausencia de instalaciones mercantiles en el barrio de Salamanca: “Tiempo hacía que el vecindario de aquella parte de Madrid expresaba los deseos de que se construyera tan necesaria é importante obra”.  

El arquitecto encargado de la construcción en hierro del mercado fue Antonio Ruiz de Salces, que por entonces dirigía también las obras del Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, el cual iniciaba su etapa final tras un proceso demasiado dilatado en el tiempo. El citado diario El Imparcial resaltaba que el edificio, un rectángulo de 70 x 20 m., conciliaba “la comodidad de los vendedores y del público, así como la facilidad de circulación con una construcción sin pretensiones de suntuosa, pero sí con las de perfectamente adecuada á los servicios que en todo mercado deben existir”. Contaba entonces con 120 puestos, casi todos ya alquilados antes de la apertura del mercado, distribuidos en 4 manzanas centrales y 4 laterales, con un amplio espacio central para la circulación. El Imparcial destacaba también la buena ventilación y la adecuada iluminación y aludía a un desaparecido reloj de torre que coronaba el edificio.

La inauguración, según el citado diario, se caracterizó por la “mucha y muy distinguida concurrencia, que fue obsequiada con un espléndido buffet”. Entre los asistentes se cita al alcalde marqués de Torneros, al presidente de la diputación conde de la Romera y al general Serrano y su esposa. Los fuegos artificiales y la música de artillería dieron, ya por la noche, fin a la celebración.

El Mercado de la Paz fue profundamente remodelado en los años cuarenta del siglo XX y en los años ochenta se recuperó la estructura de hierro y se modernizaron las instalaciones. Pero, a pesar de los cambios, podemos considerarlo el mercado más antiguo de los que permanecen en pie en Madrid.

Foto: Francisco Juez