EL PLACER DE LA CULTURA

martes, 29 de octubre de 2013

Arquitectura racionalista en Santander: el Club Naútico


A mediados de la década de los 20 del siglo pasado llegó el racionalismo arquitectónico a España, en clara oposición a la tradición historicista y regionalista dominante hasta entonces. Los arquitectos jóvenes que se adhirieron a esta corriente internacional propusieron edificios prácticos, dignos y económicos, capaces de dar solución a los problemas de la ciudad contemporánea.
Uno de los arquitectos que se incorporaron al racionalismo en los años inmediatamente posteriores fue el cántabro Gonzalo Bringas Vega, que había caminado antes por senderos muy diferentes en las tres primeras décadas del siglo XX: era coautor del Palacio Real de la Magdalena en Santander, y responsable de un buen número de edificios regionalistas de estilo montañés. Sin embargo, el Club Marítimo de Santander, proyectado y construido por Bringas en 1934, es un brillante ejemplo de arquitectura racionalista, en el que percibimos claramente la influencia de Le Corbusier.
El edificio se levanta sobre pilotes de hormigón armado por encima del mar, junto al espigón de Puertochico, con el que le comunica una corta pasarela.
  
Su aspecto de transatlántico blanco anclado en el puerto es común a otros clubes náuticos de la época y desde tierra se confunde entre los barcos deportivos.


 
 
Es un edificio ante todo funcional, con volúmenes nítidos y geométricamente simples, y una gran desnudez decorativa. El Real Club Náutico de Santander rompe con la simetría axial y propone un juego muy rico entre las horizontales dominantes y la nítida verticalidad del torreón.
 

 
Las fachadas son diferentes entre sí: más urbana la que mira a tierra y con grandes ventanales horizontales y terrazas abiertas las tres que dan al mar.
 Nota: fotos de Francisco Juez (agosto de 2012)

 

miércoles, 16 de octubre de 2013

La alcazaba de Smara


Hasta hace poco más de medio siglo, el pueblo saharaui ha sido nómada, por lo tanto, la arquitectura era para los habitantes del desierto completamente innecesaria e incompatible con su forma de vida. Sin embargo, en la ciudad santa de Smara se encuentra una importante edificación, la más antigua del Sahara Occidental, debida a un hombre realmente extraordinario. Se trata de la alcazaba erigida por iniciativa del sheij (es decir, jeque, o guía espiritual) Ma al-Aynin, en realidad llamado Muhammad Sid al-Mustafa, pero conocido por el sobrenombre que le puso su madre y que puede traducirse como Agua de los Ojos.

 
Puerta occidental de la Alcazaba de Smara (julio de 2013)

 Ma al-Aynin nació hacia 1830, seguramente en territorio del actual Mali, y era hijo de un importante señor tribal; sabemos que estudió en Marrakech y que realizó en 1858 la preceptiva peregrinación a La Meca junto a uno de los hijos del sultán, Muley Abd al-Rahman, lo que demuestra sus buenas relaciones con la corte. A su regreso al Occidente de África, poco a poco fue ganando fama de hombre santo y sabio y el sultán de Marruecos lo nombró su representante en el territorio del Sahara.

Cuentan que en 1898 Ma alAynin acampó cerca de la tumba del fundador de una de las principales tribus saharauis, la de los Arosian, llamado Sid Ahmed Larosi. Recibió importantes donaciones que le convirtieron en rico y poderoso. Y en aquel lugar, donde abundaba el junco, y por tanto, el agua, y con la colaboración de los sultanes marroquíes y el trabajo de numerosos seguidores beduinos, fundó la primera ciudad del desierto occidental, Smara, que significa precisamente “junco” en lengua hassaniya, la variedad del árabe que hablan los saharauis.


Plano del Sáhara Occidental, con la ciudad de Smara señalada 
 
Ma al-Aynin erigió un edificio que era alcazaba (es decir, residencia fortificada), y también zawiya (escuela religiosa o monasterio), en Smara, alrededor de la cual se instalaron miles de jaimas. El edificio, que fue su morada, sigue en pie, y es el principal ejemplo del escaso patrimonio saharaui anterior a los españoles, que no llegaron a controlar esta ciudad situada a más de 200 km hacia  el interior del territorio del Sahara Occidental hasta los años de la II República.

En la alcazaba de Smara Ma al-Aynin recibía en audiencia a todo el que se le acercaba y le ofrecía su sabiduría, consejo, justicia o consuelo. Todas las tribus querían emparentar con él, por lo que se casó con numerosas mujeres y fue padre de innumerables hijos. Reunió una gran biblioteca, verdadero oasis de libros en el desierto, entre los que se encontraban un buen número de obras escritas por él.

Desde Smara el sheij congregó a numerosas tribus en torno a un proyecto de sedentarización y de resistencia ante la presencia extranjera en la zona, fundamentalmente dirigida a Francia, ya que España se limitaba a controlar la costa de su territorio. De este modo, en 1910 Ma al-Aynin declaró la Guerra Santa a los colonizadores franceses, presentes en el norte marroquí y en el sur mauritano, pero ese mismo año falleció en Tiznit, donde está enterrado. Sólo tres años más tarde un batallón francés ocupó y destruyó parcialmente Smara, lo que provocó las protestas de España, ya que la ciudad se hallaba en el Sahara español.

Cincuenta años después Julio Caro Baroja dedicó a Ma al-Ainin el estudio titulado “Un santón sahariano y su familia”, dentro de su imprescindible obra Estudios Saharianos (1955), para lo cual el antropólogo entrevistó a varios hijos del jeque y a otras personas que lo conocieron, visitó Smara y estudió diversos documentos.

Letrero conmemorativo de la fundación de la mezquita de la alcazaba de Smara por Ma al-Aynin en 1898 (1316 H.) (julio de 2013)
 
La alcazaba, de planta cuadrada ligeramente irregular, con lados de unos 60 m. de longitud, mantiene sus muros exteriores, construidos con la característica piedra oscura de Smara y barro. En el centro se encuentra la zawiya, un edificio cupulado donde el sheij recibía a los visitantes, enseñaba, administraba justicia y escribía. Alrededor de él se encuentran las estancias privadas de Ma al-Aynin y de sus cuatro esposas legales, además de otras construcciones, como un hammam (baño), establos, viviendas para los esclavos, etc.

Extramuros se encuentra una mezquita inacabada, que parece evocar, de forma simplificada, la austera belleza de los oratorios almohades, rasgo no exento de connotaciones políticas. Pueden verse algunos arcos de herradura sobre pilares, todo ello de piedra vista, situados a la derecha del mihrab, que parece conservar el eco del legendario Ma al-Aynin.


Vista de la mezquita inconclusa de la alcazaba de Smara (julio de 2013)